Ir al contenido principal

El mundo de la pareja. El absurdo tema de los roles sexuales. El matrimonio homosexual

El mundo de la pareja. El absurdo tema de los roles sexuales.

El principal problema al que ha tenido que enfrentarse la pareja homosexual es al de la falta de referentes. Un heterosexual no se cuestiona como ha de ser o como ha de desarrollarse su vida en pareja, ya que tiene el referente desde niño. La invisibilidad de nuestras relaciones añade al conjunto de nuestra problemática el hecho de carecer de un modelo realmente válido en el que fijarnos y poder imitar.

Hoy en día gracias a la literatura o el cine, van apareciendo patrones o esquemas de conducta razonables fuera de los tópicos manidos que tuvimos que sufrir.

Uno de las creencias más extendida es que los homosexuales somos más promiscuos que los heterosexuales y como consecuencia de ello, nuestras parejas no son duraderas. Desde mi punto de vista la promiscuidad sexual no tiene nada que ver con la orientación sexual y ésta se encuentra en la misma medida tanto en unos como en otros.

Pensar que un heterosexual, ya sea hombre mujer, deja de sentirse atraído por otras personas por el hecho de tener un noviazgo o estar casado, es mirar hacia otro lado o pretender hacer pasar ciertas normas morales por la tendencia biológica. Del mismo modo que nosotros tememos a que nos aparten del grupo por ser diferentes a la mayoría, ellos también temen que los aparten, pero por otros motivos, como no cumplir con las convenciones sociales que imperan en su entorno. Si no estuvieran presos de esas cadenas, probablemente sus parejas durarían, en proporción, lo mismo que las formadas por homosexuales.

Hay que tener muy en cuenta, que la atracción que puedan sentir dos personas a permanecer juntas y compartir su intimidad no genera de por sí una pareja, ni mucho menos un matrimonio. Lo que conocemos por matrimonio o unión civil, es una convención entre dos personas a comportarse de un determinado modo, tanto entre ellas como socialmente; no son convenios espontáneos. Uno de esos convenios o acuerdos es la fidelidad.

El absurdo tema de los roles sexuales.

Aún dentro del mundo homosexual, al haber carecido de modelos claros en cuanto al comportamiento entre los miembros de una pareja, existe la torpe asignación de atribuir un papel masculino a quien le gusta penetrar y uno más “femenino” a quien le gusta ser penetrado. Es un problema de referentes. Esta absurda asignación de roles desaparece cuando al ir profundizando en la conducta homosexual te das cuenta de que muchos de los hombres a quienes les gusta ser penetrados son más masculinos o agresivos que quienes les penetran. Hace poco tiempo, una amiga mía lesbiana, al descubrir el comportamiento homosexual de dos mascotas macho que tenía, me dijo: “Fulano” hace de hembrita y “mengano” de machito.

Hemos tenido tan pocos referentes, ha estado tan oculta y malinterpretada la conducta homosexual que tratamos de definir situaciones o asignar roles de manera errónea basándonos en las parejas entre un hombre y una mujer. Cuando le hice ver el despropósito del papel que estaba asignando a sus dos mascotas macho, cayó en la cuenta de que no se lo había planteado y que sin duda tenía que observarlo desde otra perspectiva.

Que te guste ser penetrado depende de la sensibilidad de tus zonas erógenas. Hay gente a quien no le gusta y gente a la que sí; pero eso no significa asumir un papel u otro sino disfrutar de un modo otro con un tu cuerpo masculino, con tu sensibilidad masculina. Lo mismo pienso en cuanto a las mujeres.
Por otra parte, los que se dicen versátiles tiene la fortuna de disfrutar tanto de un modo o de otro, pero nada tiene que ver con su masculinidad sino como ya he dicho, con la sensibilidad mayor o menor de su cuerpo. Finalmente hablar de activos y pasivos es hablar de lo mismo; sin embargo, no hay que confundir el hecho de ser pasivo (término que no me gusta nada y que no se corresponde con la realidad) a que trabajen en darte placer y tú, “como eres pasivo", dejar que el otro se las “apañe” para quedarse satisfecho. Eso no es ser pasivo, eso es ser egoísta.

El matrimonio homosexual

En mil novecientos sesenta y siete se estrenó la película Adivina quién viene a cenar, del director Stanley Kramer. Se trataba de una crítica social sobre los prejuicios raciales que existían en la sociedad americana de aquella época. Un joven médico de raza negra desea casarse con una joven blanca de una familia adinerada. A pesar de ser personas con ideas liberales, la familia de la novia se siente muy confundida. Igual sucede con la del novio, incluso más rígida en su postura. Como conclusión a un magnifico argumento, donde sopesan los pros y los contras que supone esa unión, y el sufrimiento que les pueden ocasionar, destaca sobremanera el brillante discurso final, que después de casi cincuenta años aún tiene vigencia para quienes quieren formalizar una relación y los prejuicios sociales van en su contra.

Dice así:

“En cuanto a los problemas con qué vais a enfrentaros son poco menos que inimaginables…
Pero os consta, estoy seguro, a lo que os exponéis. Habrá un millón de personas aquí en nuestro país que se asombrarán, se ofenderán y horrorizarán ante vuestra unión y tendréis que afrontar esas consecuencias tal vez durante el resto de vuestra vida. Pero debéis ignorar a esos pobres diablos, o compadecerlos porque son esclavos de sus prejuicios, fanatismos, ciegos odios y estúpidos miedos. Y cuando llegue el caso debéis uniros el uno al otro estrechamente desafiando a esos mentecatos. Cualquiera podría poner un montón de objeciones en contra de vuestro matrimonio, pero la réplica es tan sencilla, que no se atreverán a ponerlas: Sois dos seres maravillosos que os habéis enamorado y que en definitiva tenéis un simple problema de pigmentación… en tales circunstancias no importa lo que diga cualquier bastardo contra la celebración de esa boda, solo habría una cosa peor; y únicamente sería que, sabiendo como sois, sabiendo como pensáis y sabiendo como os queréis, no se celebrara.”

No creo que pudiera haber mejor defensa que este alegato, ante quienes, en muchas partes del mundo, se oponen a este tipo de unión y a que se llame matrimonio. Es como cuando las mujeres luchaban por tener voto y una gran mayoría de personas decían que no se podía llamar así, fundando su argumento en que no eran iguales a ellos y que, para colmo, su voto no podía tener igual valor.
La lucha por la igualdad de derechos entre los hombres, continúa vigente en todas las partes del mundo. Frente a la lógica del sentido común, se mantienen los instintos primarios, fruto de una lenta evolución de nuestra especie, con un final incierto y con probables involuciones intermedias. Si no se legislara positivamente para las minorías, enfrentándose a la legión que desea unos derechos sociales con exclusividad, no habría forma de avanzar en este camino. Por muy democráticas que fueran las sociedades, el número de representantes políticos que podríamos obtener, nos dejaría indefinidamente en desventaja.

Desde la Ley de Vagos y Maleantes, que condenaba la homosexualidad en España, a la Ley del Matrimonio Homosexual, ha habido una larga y ardua tarea, en la lucha por nuestros derechos, donde muchos han padecido lo inexplicable. Pero no nos engañemos, es muy probable que esa normalidad que facilita esta ley no se refleje totalmente en la sociedad hasta pasadas algunas generaciones (repito: si no hay una involución). La gente sigue burlándose de dos hombres o dos mujeres cuando caminan de la mano por la calle, se le sigue echando de los locales de ocio como apestados o se boicotean desde los poderes públicos los logros alcanzados incumpliendo impunemente la ley, bajo el subterfugio de la objeción de conciencia. Si acaso esta ley les privara a ellos de algo, ¡lo entendería! Pero de lo único que les despoja es de la exclusividad. Hoy leía una noticia en Facebook en la que se decía que una diputada republicana del Minnesota lloraba y decía que se le partía el corazón porque se había aprobado la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo en su estado. Al parecer forma parte de una iglesia evangélica cristiana no confesional. Me pregunto, qué tipo de personas gobiernan en el mundo y qué tipo de ideario religioso practican. “Amaos los unos a los otros” dice Jesús; ¡Ah, pero entre vosotros NO! Nos dicen a los homosexuales, quienes pretenden custodiar su mensaje de salvación.

Por otra parte, la sociedad civil, no vinculada directamente con una confesión religiosa determinada, tampoco hace gala de mucha cordura. En estos meses en los que en Francia se ha debatido la ley de matrimonio homosexual, han salido a la calle en tropel no sólo gritando porque no quieren compartir el nombre de una unión legal con nosotros, sino que, además, han acrecentado la violencia homófoba, ocasionando una brutal paliza a una pareja gay en Paris, extendiéndose con esta acción la violencia a otras provincias. Y eso en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y para colmo en la ciudad del amor. ¿¡Del amor!? ¿Qué no nos esperará en otros lugares de la Tierra?

Qué nadie piense que este tipo de oposición solamente es propio de sectores radicales de la sociedad y que con la aprobación de estas leyes se ha terminado con la opresión. Seguramente ahora se hará más evidente, cuando muchas parejas traten de ejercitar sus derechos, que los otros, los que no los quieran compartir, saquen su lado más oscuro y violento.

No quiero que estos pensamientos sirvan para alimentar el odio hacia quienes no son como nosotros,

sino para que tomemos conciencia de que no estamos más que empezando en la gran obra de la normalización de una orientación y una conducta humana que, aun habiendo estado presente desde el principio de la historia del hombre, de la que formamos parte, ha sido ocultada o estigmatizada por ideologías oscurantistas, que nada tienen que ver con la humanidad o el sentido común y sí con un estadio de evolución social e intelectual aún demasiado primario; fruto de una sociedad inmadura que aún necesita o desea ser tutelada, en su mayor parte, por mensajes mesiánicos. Imagino que porque resulta más cómodo y menos problemático que pensar por uno mismo.

Aunque más tarde me gustaría abordar el tema de la lucha, en cuanto a la normalización del colectivo, me gustaría adelantar que esta contienda no vamos a ganarla por la fuerza, pues somos tan inferiores en número que resultaría no solamente impensable sino también de una soberana y atroz estupidez. La batalla de la normalización pasa porque cada homosexual o lesbiana, se encuentre en primer lugar a sí mismo como persona; que consolide su autoestima y equilibrio personal, que se crea, como he manifestado al principio, perfecto, sin ningún tipo de tara o defecto que le hayan podido inculcar. La batalla de la normalización la ganaremos juntos, como colectivo capaz de alzar nuestra voz calmada entre un grupo de personas que por su magnitud silenciaría nuestros gritos tan solo con el sonido de su respiración. Lo más lamentable es que no luchamos por quitarle nada a nadie, sino simplemente por el hecho de existir. Si a alguno le parece melodramática esta última frase, es que no es consciente de la magnitud del problema o vive en un entorno amable y protegido. Me alegro por él o por ella.

Fragmento del libro "Dejé unas notas para ti".
Nota del autor. Aunque el libro está editado iré publicando aquí algunos de sus capítulos, como este, por si a alguna persona que no puede comprar el libro le puede servir.
www.escritorvalentinmartinezcarbajo.com

Puedes leer 6 poemas del libro de poesía homoerótica del autor pinchando aquí.

Entradas populares de este blog

Soneto Azul Audio Recitado por el autor

Soneto Azul Ojos azules que mirar quisiera, como miro a las nubes peregrinas, pintando en cada par una ribera, soñando en cada dos toda una vida. Allá donde terminan los caminos. Donde guarda su luz la Luna Nueva. Donde aprenden los pájaros sus trinos, morir allí mi soledad sintiera. Azules como el mar y como el cielo. Azules que me dicen de bonanza. Azules que quisieran los luceros. Azules que desgarran mi templanza. Azul quiero tenerte compañero, Azul y más Azul en mi esperanza. ENLAZA CON LA WEB DEL AUTOR Puedes leer 6 poemas del libro de poesía homoerótica del autor pinchando aquí.

La homofobia. Los movimientos contrarios al matrimonio homosexual. En cuanto a la adopción.

La homofobia. Los movimientos contrarios al matrimonio homosexual. En cuanto a la adopción. En el momento de redactar este apartado existen en muchos países leyes que no sólo defienden la diversidad sexual, sino que poco a poco van equiparando en cuanto a derechos y deberes a las parejas homosexuales y las heterosexuales. Al mismo tiempo vemos salir de armario a quienes se oponen radicalmente tanto al derecho a contraer matrimonio entre parejas del mismo sexo y al derecho de adopción, como al simple hecho de que nuestra colectividad sea visible y manifieste su afectividad en los espacios públicos. Para colmo, algunos países aún siguen castigando a los seres humanos por ser diferentes, bajo argumentos absurdos, y castigando con la pena de muerte a quien muestre su diferente orientación sexual respecto de la gran mayoría. En este momento, en Rusia, existe una Ley contra la propaganda homosexual, por la que se castiga el hecho de hablar sobre nuestra orientación afectiva,

El armazón del alma. La legitimidad de nuestro dolor.

El armazón del alma La legitimidad de nuestro dolor He tardado prácticamente toda mi vida en sanar muchas de las heridas que me produjeron durante mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. Como nadie que esté cuerdo, yo no quería sentir dolor, pero el dolor estaba ahí. Un dolor fruto de un maltrato psicológico infringido en el seno de mi propia familia, junto con todo mi entorno que parecía comportarse como lo hacían en casa y en algunos casos, evidentemente, aún mucho peor. Durante mucho tiempo, pasada ya aquella época en la que, aunque mi cuerpo estaba vivo mi mente vivía aturdida quizá protegiendo a mi verdadero yo, comenzaron a hacerse presentes las secuelas. Las depresiones, la ansiedad cuyo origen estaba escondido, el desánimo permanente, la ausencia de esperanza… no sabía porque me sentía así, y lo atribuía a mi falta de carácter, a mis propios defectos, a un espíritu indolente a mi pereza, a mi ignorancia… No solo me sentía mal, sino que me castigaba por s